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sábado, 28 de noviembre de 2015

Todas las cartas de amor son ridículas

Aunque (como decía Fernando Pessoa) ¨todas las cartas de amor son ridículas¨, la literatura epistolar no es una especie en extinción, mientras el amor y los amantes sigan existiendo serán los que más aporten a este género.
Mutará de formas y soportes pero la palabra escrita seguirá siendo siempre el instrumento para comunicar sentimientos, acortar distancias, despertar pasiones, declarar estados amorosos. Aun cuando por momentos sean fuentes de equívocos- por imprecisiones sintácticas y semánticas por ausencia de inflexiones y exclamaciones sonoras- jugarán a su favor el tiempo para la reflexión y la osadía de lo no presencial.
Exploración de las palabras para los amantes que ensayan en el terreno epistolar y para los escritores sólo un ejercicio más de literatura. 


El amor de Sartre hacia Beauvoir era el amor necesario, todos los demás eran los amores contingentes.
 "Si usted se acostara en este estrecho jergón, a mi lado, me encontraría muy a gusto y se me derretiría el corazón. Pero no será así y tendré que oír los ronquidos sonoros de alguien. Ay, amor mío, cómo la amo a usted y cómo la necesito. La amo con todas mis fuerzas¨. Escrita cuando estaba enrolado en la milicia. 

En cierta ocasión Sigmund Freud le escribió a su novia y futura esposa Martha Bernays una carta de amor que después ha dado la vuelta al mundo al ser considerada una de las confesiones más románticas de la historia: 
"No apetezco sino lo que tú ambicionas para ambos porque me doy cuenta de la insignificancia de otros deseos comparados con el hecho de que seas mía. Estoy adormilado y muy triste al pensar que tengo que conformarme con escribirte en vez de besar tus dulces labios". 

Víctor Hugo escribió en cierta ocasión a Adèle Foucher:
"Tienes razón. Hay que amarse y luego hay que decírselo, y luego hay que escribírselo, y luego hay que besarse en los labios, en los ojos, en todas partes¨. 

Albert Einstein también expresaba con frecuencia sus sentimientos hacia su gran amor, Mileva, por carta. En una de estas epístolas, enviada desde Milán el 13 de septiembre de 1900, el físico afirmaba:
"En todo el mundo podría encontrar otra mejor que tú, ahora es cuando lo veo claro, cuando conozco a otra gente. [...] Hasta mi trabajo me parece inútil e innecesario si no pienso que también tú te alegras de lo que soy y de lo que hago." 

Franz Kafka le envió numerosas cartas a su amada Felice. En una fechada en enero de 1913 le expresaba así su doble amor hacia ella y la literatura:
"Querida: te pido con las manos alzadas que no sientas celos de mi novela. Cuando los personajes en la novela se dan cuenta de tus celos, se me escapan, más aun cuando sólo los tengo agarrados por la punta de sus vestidos¨.

El novelista Scott Fitzgerald también escribió largas misivas a la que sería su esposa, Zelda Sayre:
"Tú y yo hemos pasado momentos maravillosos en el pasado, y el futuro aún está cargado de posibilidades si levantas la moral y procuras creerlo. El mundo exterior, la situación política, etcétera, siguen siendo oscuros e influyen en todos directamente, y es inevitable que te afecten indirectamente a ti, pero procura distanciarte de todo ello mediante alguna forma de higiene mental, inventándola, si es necesario¨.

Fernando Pessoa firmó el poema "Todas las cartas de amor son ridículas" un mes antes de su muerte, dirigido a Ophélia Queiroz, una mecanógrafa de las oficinas de la Baixa lisboeta donde él traducía correspondencia comercial.
El Pessoa más tierno y digno se alterna con impulsos de vocación literaria en sus cartas de amor y se oscurece con una psique fragmentada.


Todas las cartas de amor son ridículas...

Todas las cartas de amor son
ridículas.
No serían cartas de amor si no fuesen
ridículas.

También escribí en mi tiempo cartas de amor,
como las demás,
ridículas. 

Las cartas de amor, si hay amor,
tienen que ser
ridículas. 

Pero, al fin y al cabo,
sólo las criaturas que nunca escribieron cartas de amor
sí que son
ridículas. 

Quién me diera el tiempo en que escribía
sin darme cuenta
cartas de amor
ridículas. 

La verdad es que hoy mis recuerdos
de esas cartas de amor
sí que son
ridículos. 

(Todas las palabras esdrújulas,
como los sentimientos esdrújulos,
son naturalmente
ridículas).

Alvaro de Campos (heterónimo de Fernando Pessoa)
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