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martes, 22 de septiembre de 2015

Fragmento de "Las ciudades invisibles" de Italo Calvino

"El infierno de los vivos no es algo que será: existe ya aquí y es el que habitamos todos los días, el que formamos estando juntos. Dos formas hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y convertirse en parte de él hasta el punto de dejar de verlo ya. La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar y darle espacio."

Fragmento de "Las ciudades invisibles" de Italo Calvino
En este libro, unas crónicas viajeras, se plasma la fantasía de Italo Calvino supo dar a su variada producción literaria. En "Las ciudades invisibles" desaparece la cronología para dar paso a la conjunción entre pasado y futuro, aproximándose a ese estado atemporal que caracteriza a la poesía. Kublai Kan, emperador de los tártaros, gobierna su inmenso imperio basándose en las informaciones que le facilitan sus mensajeros, pero sólo logra hacerse una idea confusa del estado actual de sus dominios. No sabe a ciencia cierta si el imperio se descompone o brilla en todo su esplendor. La llegada de Marco Polo significa mucho para él: convertido en su embajador preferido, el veneciano intenta describir las ciudades que visita; primero con gestos, saltos o gritos, y luego, a medida que va aprendiendo el idioma, con una minuciosidad de miniaturista. Al hilo del relato, desfilan ante los ojos del Gran Kan ciudades pavimentadas de estaño, flanqueadas por torres de aluminio, suspendidas sobre un precipicio a base de cuerdas, hechas sólo de cañerías de agua, sin espesor, sobrevoladas por cometas, horadadas por mil pozos. A mitad del relato, el Gran Kan propone el juego inverso: el describirá las ciudades y Marco Polo verificará si existen en la realidad, levantando un mapa de ciudades invisibles, hechas de memoria.

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