"El infierno de los vivos no es algo que será: existe ya aquí y es el
que habitamos todos los días, el que formamos estando juntos. Dos
formas hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el
infierno y convertirse en parte de él hasta el punto de dejar de verlo
ya. La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos:
buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y
hacerlo durar y darle espacio."
Fragmento de "Las ciudades invisibles" de Italo Calvino
En este libro, unas crónicas viajeras, se plasma la fantasía de Italo
Calvino supo dar a su variada producción literaria. En "Las ciudades invisibles" desaparece la
cronología para dar paso a la conjunción entre pasado y futuro,
aproximándose a ese estado atemporal que caracteriza a la poesía. Kublai
Kan, emperador de los tártaros, gobierna su inmenso imperio basándose
en las informaciones que le facilitan sus mensajeros, pero sólo logra
hacerse una idea confusa del estado actual de sus dominios. No sabe a
ciencia cierta si el imperio se descompone o brilla en todo su
esplendor. La llegada de Marco Polo significa mucho para él: convertido
en su embajador preferido, el veneciano intenta describir las ciudades
que visita; primero con gestos, saltos o gritos, y luego, a medida que
va aprendiendo el idioma, con una minuciosidad de miniaturista. Al hilo
del relato, desfilan ante los ojos del Gran Kan ciudades pavimentadas de
estaño, flanqueadas por torres de aluminio, suspendidas sobre un
precipicio a base de cuerdas, hechas sólo de cañerías de agua, sin
espesor, sobrevoladas por cometas, horadadas por mil pozos. A mitad del
relato, el Gran Kan propone el juego inverso: el describirá las ciudades
y Marco Polo verificará si existen en la realidad, levantando un mapa
de ciudades invisibles, hechas de memoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario