Si el sueño fuera (como dicen) una
tregua, un puro reposo de la mente,
¿por qué, si te despiertan bruscamente,
sientes que te han robado una fortuna?
¿Por qué es tan triste madrugar? La hora
nos despoja de un don inconcebible,
tan íntimo que sólo es traducible
en un sopor que la vigilia dora
de sueños, que bien pueden ser reflejos
truncos de los tesoros de la sombra,
de un orbe intemporal que no se nombra
y que el día deforma en sus espejos.
¿Quién serás esta noche en el oscuro
sueño, del otro lado de su muro?
tregua, un puro reposo de la mente,
¿por qué, si te despiertan bruscamente,
sientes que te han robado una fortuna?
¿Por qué es tan triste madrugar? La hora
nos despoja de un don inconcebible,
tan íntimo que sólo es traducible
en un sopor que la vigilia dora
de sueños, que bien pueden ser reflejos
truncos de los tesoros de la sombra,
de un orbe intemporal que no se nombra
y que el día deforma en sus espejos.
¿Quién serás esta noche en el oscuro
sueño, del otro lado de su muro?
Poema incluido en su obra “El otro, el mismo” de 1964.
Jorge Luis Borges adoptó como filosofía la más afín a la
literatura: el idealismo.
Incorporó a Berkeley, al que consideraba "un idealista
piadoso", porque sostenía que mientras los hombres no están percibiendo
las cosas, Dios lo hace por ellos. Pero si para Berkeley ser es ser percibido,
para Borges ser equivaldrá a ser soñado.
Incorporó a Hume, que, según recordó, negaba el
"Yo", afirmando que cada vez que quería examinar el yo "no
encontraba a nadie en casa". Y en esta línea, incorporó localmente a
Macedonio Fernández, del cual nos dice que por sus propios medios, también
había llegado a la negación del yo.
Sin tomar partido respecto a la existencia o inexistencia
del yo, Borges exaltará la idea del individuo, piedra angular de su
interpretación de la ética; pero filosóficamente se identificará, sobre todo,
con Schopenhauer, del que tempranamente había leído “El mundo como voluntad y
representación” , y a cuya concepción de que la esencia de la vida es de
naturaleza onírica , había adherido desde entonces.
El idealismo era el pensamiento que le permitía soñar
lúcidamente, sin apartarse de la lógica ni tampoco del mito; sin necesidad de
abstenerse de la razón ni de la intuición.
El siguiente es el fragmento de un diálogo entre Jorge Luis
Borges y Seamus Heaney (Premio Nobel de literatura de 1995), en el que éste
último adopta el rol de entrevistador del autor argentino
Seamus Heaney: Esta interacción entre la ficción y la
realidad parece ocupar un lugar central en su obra. ¿Cómo afecta su obra el
mundo de los sueños? ¿Usa conscientemente material onírico?
Borges: Cada mañana, cuando despierto, recuerdo sueños y los
grabo o los escribo. A veces me pregunto si estoy dormido o si estoy soñando.
¿Estoy soñando ahora? ¿Quién puede saberlo? Nos soñamos unos a otros todo el
tiempo. Berkeley afirmaba que Dios era quien nos soñaba. Tal vez tenía razón...
¡pero cuán tedioso para el pobre Dios! Tener que soñar cada grieta y cada mota
de polvo en cada taza de té y cada letra en cada alfabeto y cada pensamiento en
cada cabeza. ¡Debe estar exhausto!
Heaney: ¿Su mundo onírico alimenta de manera directa su
forma de escribir? ¿Toma prestado y traspone el contenido de sus sueños a la
literatura? ¿O se trata acaso de una habilidad narrativa que le da a las imágenes
su contorno y su forma?
Borges: El relato ficticio da un orden al desorden del
material onírico. Pero no puedo decir si el orden está impuesto o si ya está
latente dentro del desorden y tan sólo espera quedar realzado a través de su
repetición en la ficción. ¿Inventa el escritor de ficción un orden
completamente nuevo ex nihilo? Supongo que si pudiera contestar semejantes
preguntas ¡no escribiría ficción en absoluto!
Heaney: ¿Podría darnos algunos ejemplos reales de lo que
quiere decir?
Borges: Sí. Le contaré un sueño recurrente que me interesó
mucho. Un pequeño sobrino mío, quien solía quedarse conmigo con cierta
frecuencia y me contaba sus sueños cada mañana, soñó el siguiente tema
recurrente. Estaba perdido en un sueño y luego llegaba a un claro en donde me
veía salir de una casa blanca de madera. En ese punto, solía interrumpir su
resumen del sueño y preguntarme, "Tío, ¿qué hacías en esa casa?".
"Estaba buscando un libro", le contestaba. Y se quedaba muy contento
con esa respuesta. Como niño, todavía era capaz de deslizarse de la lógica de
su sueño a la lógica de mi explicación. Tal vez así funcionen mis propias
ficciones...
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiuLI7frnBxO_HF5HPqLk0EQG5sbWWVncfQyoiG3WVdQSogO_5PEtSyndJcBMNyO0e_xePcf07Yw2ynCpUYy4G1dPI_X2BN-C0wzAALQrClaygv79A_2Ra2ATIagmjwUTwZMqnXE8qPrWU/s320/suen%25CC%2583o0k.jpg)
Borges: Yo diría que son las dos cosas. He tenido varios
sueños recurrentes a lo largo de los años que han dejado su huella en mi
ficción de una u otra forma. Los símbolos difieren con frecuencia, pero los
patrones y las estructuras siguen siendo los mismos. Por ejemplo, con
frecuencia he soñado que estoy atrapado en un cuarto. Trato de salir, pero
vuelvo a entrar a un cuarto. ¿Se trata del mismo cuarto?, me pregunto. ¿O acaso
escapo a un cuarto exterior? ¿Estoy en Buenos Aires o en Montevideo? ¿En la
ciudad o en el campo? Toco la pared para intentar descubrir la verdad sobre mi
paradero, para encontrar una respuesta a estas preguntas. Pero ¡la pared es
parte del sueño! De modo que la pregunta, al igual que el que la hace, regresa
eternamente a ese cuarto. Este sueño me dio el tema del laberinto que aparece
con tanta frecuencia en mis ficciones. También estoy obsesionado con un sueño
en donde me veo en un espejo con varias máscaras o rostros que se superponen
unos sobre otros; los desprendo de manera sucesiva y me dirijo al rostro que
está frente a mí en el espejo; pero no me contesta, no puede oírme o no me
escucha, es imposible saberlo.
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